domingo, 5 de agosto de 2007


Hay tiempos en que el cuerpo y el alma se pierden… no se encuentran, son tiempos en que uno sobrevive… con menos aire de lo habitual.



Hay otros tiempos en que uno fuerza al cuerpo o al alma para que se encuentren… también así uno sobrevive… con aun menos aire…ni el peor de los virus es tan perverso.

En escasas ocasiones uno logra hacer coincidir cuerpo con alma… esos son tiempos que sólo algunos logran vivir y que incluso sólo algunos logran mantener…

Cuando su cuerpo y su alma se reunieron, ella ya estaba agotada… costó mucho trabajo… y ya llevaba mucho tiempo respirando apenas… jadiando incluso. Pero aun recuerda bien ese momento, su boca al sonreír encontró expresiones que ella no sabía que tenía, su cuello, su espalda y mandíbulas se descongestionaron y el cielo estaba bastante más arriba de lo que pensaba.

La tranquilidad es sinónimo de inconciencia, olvido y omisión… nada es tan malo como suena.

La tranquilidad se contagia tan rápido y vulgarmente como uno no se lo imagina cuando aun no la conoces… nada es tan obvio como suena.


Y en esa situación el silencio resuena mil veces, desploma al propio silencio y en ocasiones incluso se escucha en la noche cuando todo está… en silencio.

Ahora ella camina, las calles son más anchas, el cielo está aun más arriba, su cuerpo pesa menos y aun cuando tenga la sensación de encontrarse con lo mismo por segunda vez… la angustia le suena desconocida.

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